El Vacío.
El vacío como identidad.
La nada como punto de partida y de llegada. El continente como contenido, la nada como contenido y el continente como la nada.
El vacío como vulnerabilidad en un entorno que llena por llenar, que rebosa vasos sin medir, en que el exceso es la piedra capital.
El vacío como poder. El vacío-blanco donde todo es posibilidad.
El vacío donde reverbera la voz que osa abandonar la nada y dice que sólo se es en el vacío. Y lo dice como quien juega a un juego puro, como quien juega por jugar. Como quien no espera ser escuchada. Mucho menos ganar.
Esa voz que se recibe como cuchillo y amenaza y ataja, despechada, al vacío, allí donde se cura la voz. La voz, que sabe que se irá con el viento y jugará con otras voces, con sonidos, con colores, sabiendo que volverá, otra vez, a ser vacío.
Y sabiendo que sólo los cuencos continentes, como vacíos dentro del vacío, sabedores de vacío, retendrán reflejos de la voz reverberando en sus paredes, ocupando sus recovecos, insertándose en sus poros siendo nada y siendo cuenco.
El Fuego.
El fuego como chispa que enciende el encuentro, que enciende la hoguera en torno a la que se cuentan canciones, se cantan historias, se lloran alegrías, se acarician rabias.
El fuego que aúna agua, tierra y aire y los funde en un cuenco, que trata de contener lo incontenible, lo que no tiene materia, lo eterno y su nada.
El fuego que, nervioso, lanza pinceladas al aire, al vacío, a la nada, huyendo del terror al vacío, del pánico a parar y aceptar que, detrás del juego que convoca, del baile, del canto, de la palabra, del trazo, de la mil y una forma del encuentro, no hay nada.
Y ahí, a la luz de la llama, con las manos vacías reflejando unos ojos a otros que reflejan el vacío del fuego a rojo blanco, es donde realmente se cierra el círculo que da sentido al encuentro.
El Fogonero es un proyecto artístico de Alfonso Copé.
Tiene como hilo conductor la canción y reflexiona desde una amplia paleta emocional y estilística sobre la libertad, la libertad de expresión, la militancia, la sociedad, la opresión, el poder de lo individual que se vierte a lo colectivo, la soledad, la elección, el conflicto, el cambio, el optimismo como única opción y elección ante el pesimismo como primera lectura de la realidad.
Y, como no, acerca del fuego y del vacío.